El mural “María del Palo” es un homenaje a Ana María Teresa Rodríguez, conocida cariñosamente como María del Palo. Esta figura emblemática, nacida en 1917, dejó un legado imborrable en su comunidad. Su historia, llena de adversidades y actos de generosidad, nos es contada desde la perspectiva de los alumnos del Colegio de Cultura y Restauración: Melanie, Samantha, Halim e Itzia, quienes nos invitan a reflexionar sobre su impacto en la sociedad.
Los Orígenes de María del Palo
Desde pequeña, María enfrentó desafíos que moldearon su carácter. Su físico delgado le valió el apodo de “María del Palo” entre sus compañeros de escuela, quienes a menudo se burlaban de ella. Sin embargo, estas experiencias no la quebraron; al contrario, forjaron una mujer humilde y dedicada a ayudar a los demás.
Tras la muerte de su madre, María asumió la responsabilidad de mantenerse a sí misma. Realizó diversos trabajos, desde barrer calles hasta desempeñar labores en la presidencia municipal. Aunque su vida estuvo marcada por la adversidad, su vocación por servir a los más necesitados la convirtió en un pilar de su comunidad.
Una Vida de Servicio
María dedicó su vida a apoyar a los olvidados: enfermos, presos y difuntos. Con recursos limitados, procuraba alimentos, medicamentos y consuelo espiritual para quienes no tenían nada. Entre sus gestos más destacados, organizaba rifas para recaudar fondos destinados a celebraciones y necesidades básicas de los reclusos, como comida y música para el “Día del Preso”.
Era común verla recorrer las calles con una libreta en mano, gestionando rifas o ayudando a quienes más lo necesitaban. Su generosidad no tenía límites; en más de una ocasión, incluso pagó ataúdes para difuntos cuyos familiares no podían costearlos.
Un Legado que Perdura
María vivió en una humilde casa con muebles mínimos y una cama de tablas. A pesar de sus escasos recursos, su fortaleza y dedicación al bienestar ajeno fueron extraordinarias. En sus últimos días, María encontró compañía en una peculiar mascota: un gallo llamado “Rey”. Lamentablemente, ambos fallecieron el 15 de enero de 1962 en un trágico accidente.
Hoy en día, su memoria vive en una calle que lleva su nombre y una plaza conmemorativa en su barrio natal. A través de este mural y la labor de los alumnos Melanie, Samantha, Jalim e Itzia, María del Palo es recordada como un símbolo de altruismo y resiliencia, una mujer cuya vida estuvo dedicada a mejorar las condiciones de los más vulnerables.